sábado, 28 de mayo de 2016

El pequeño instrumento de la muerte

Muerte y Voluntad

Análisis de la obra de Alejandro Carrión: El pequeño instrumento de la muerte



Voy a dividir en dos partes el análisis de esta obra de Carrión. El motivo es que su texto obliga a realizar dos tipos de lecturas. La primera relacionada a las marcas de la educación en las actividades de un joven educando; la segunda estrictamente sobre el pretexto narrativo que emplea Carrión para abordar el tema de la muerte. Seguiré ese orden para la exposición, pero antes resumiré el relato.

Resumen

Segundo Rivera es un joven estudiante en la Escuela de los Hermanos Cristianos. Le gusta cazar animales. Su inclinación lo lleva a embalsamar los animales que caza para conservarlos como trofeos. Uno de los Hermanos de las Escuelas Cristianas decide formar un museo de animales embalsamados para la Escuela. Segundo contribuye con abundantes animales embalsamados para la institución en la que estudia. Un día le surge un extraño deseo de dar muerte, no a un animal, sino a un ser humano. Ese día no hace nada, solo pasa como una sensación. A la mañana siguiente el mismo deseo se hace acción y se concreta con la muerte de una mujer que lava ropa a orillas de un río.

Sobre la educación

La “retención y adquisición de hábitos, son marcas de un aprendizaje exitoso”, Zygmunt Bauman.

En el texto se puede encontrar un paso de lo agradable a lo bueno. El personaje de Carrión, Segundo Rivera, es un joven que tiene un gusto por la caza. No solo es dar muerte por diversión adolescente, sino que es un apasionado por todo el proceso, el acecho, la persecución de la víctima animal, por el cuidado de producir la herida en un parte especifica del cuerpo para conservar la forma del animal. Porque después de la muerte viene la conservación del cuerpo para embalsamarlo y conservarlo como un trofeo personal. Hasta aquí Segundo tiene, por decir así, una distracción en su vida juvenil, un deleite para su psiquis, para la conformación de su personalidad. No pasa de ser un gusto sin rumbo, un apasionamiento sin metas, una distracción sin horizonte. Pero, una actividad debe poseer un propósito para que sea considerada útil. La utilidad le entrega un valor de productividad a la acción humana. Pasa a ser considerado algo bueno, ya no solo agradable.

Ese valor es otorgado por la inspiración del Hermano Ireneo, personaje del relato de Carrión, como un fin educativo.

La inclinación a la cacería pasa a tener una meta con la ayuda de un objetivo educativo. Por tanto, deja de ser inclinación y pasa a ser una actividad apreciada. La cacería tiene un estatus de <<bueno>> en tanto sirve para la formación de un museo para la Escuela. Cada animal que se suma a la colección es un valor agregado para la institución y para el educando. Gracias al avance del museo el maestro indica “tengo mucho gusto en darle la medalla al mérito y cien notas”. (Carrión, 1939, pág. 109) Así la institución premia el esfuerzo que va dirigido por objetivos y metas. Con su hábito aprendido en torno a la cacería y embalsamado de animales, logró algo superior a su pequeña <<inclinación>>, alcanzó algo <<bueno>> para él y para la Escuela.

Sobre la metafísica de la muerte

El título que Carrión emplea para su texto no es arbitrario, cada palabra está medida y colocada de manera precisa. Expliquémoslo con sus propias palabras.
“Pequeño instrumento de la muerte”

Pequeño: se refiere a la figura casi infantil de Segundo Rivera, a quien se lo presenta al inicio del texto con una edad de 12 años, no se indica que cumpla un año más durante todo el relato, por ello se puede concluir que mantiene esa edad cuando ocurre la muerte de la mujer lavandera. Si bien Segundo ya está en la secundaria, no pasa de ser un <<pequeño>>, bajo los cuidados familiares y escolares de un chico de su edad.

Instrumento: el diccionario de la Real Academia de la Lengua lo define como “cosa o persona de que alguien se sirve para hacer algo o conseguir un fin”. (RAE, 2016) En el caso de este relato quien se sirve del <<pequeño>> Segundo es la <<muerte>>. El fin es acabar con la vida de un ser humano, y para ello el chico de doce años no es sino solo un instrumento de la muerte.

Muerte: entendida como el fin de la vida. Con lo terrible de caer en cuenta que todos tenemos el mismo fin; y, esa conciencia es la causa de la condición humana.

*** 

Puse como subtítulo a esta segunda parte del análisis, “sobre la metafísica de la muerte” por un doble sentido del texto. Primero, por la referencia al más allá que la muerte por sí sola evoca. Segundo, por la caracterización que Carrión hace de la muerte como un ente con voluntad. Este último es el sentido que interesa aquí.

Se puede encontrar una lucha entre la muerte y su pequeño instrumento (Segundo Rivera). La primera tiene, según el relato de Carrión, una voluntad de matar. No es un acontecimiento accidental, sino un acto de voluntad que como no puede hacerlo el mismo ente llamado muerte, debe ocupar un instrumento humano para lograrlo. La figura del niño Segundo es bastante sugerente porque él es otra voluntad independiente. De hecho, el relato indica que <la muerte> intentó dominarlo y utilizarlo antes, pero él no lo permitió. ¿A qué se debe que en el caso de la lavandera la muerte si lo haya dominado y utilizado? No hay ningún indicio del <destino>, como pretexto literario en Carrión. Lo único que se sugiere es una similitud entre un par de venados, una madre y su cría, y la lavandera con su hijo a la orilla del río. Ambas parejas se presentan como presas para un cazador.

¿La muerte de la lavandera convierte a Segundo en un asesino? La respuesta es sí. De lo que se trata es de cómo nuestro protagonista busca una salida psicológica a la muerte que lleva sobre sus hombros. La metafísica de la muerte que se halla en el texto, es el subterfugio psíquico que tiene Segundo para descargar la culpa. ¿Los asesinos juveniles pasarán por ese proceso? El personaje de Carrión sí, eso lo hace terrible. Si Segundo asumiera su culpa por la muerte de la lavandera se delataría a alguien, sin embargo, su reacción es de redención. Se descarga de la culpa al trasladar su voluntad de manera metafísica hacia el espectro de la muerte. ¿Su educación le induciría a ello? El punto es que Segundo logra liberar su culpa, se redime, deja su estado metafísico donde su voluntad es contralada por la muerte y regresa a su estado físico, biológico-humano, donde parece que nada ha pasado. El personaje al final está vacío, solo poseía algún interés mientras fue ese instrumento de la muerte. Por tal motivo el cuento termina así:

“Segundo no volvió a ir de cacería. Se tornó piadoso y dulce, gustaba de permanecer largas horas al lado de su madre, oyéndola tocar el piano y cantar sus tiernas cancioncillas vulgares”. (Carrión, 1939, pág. 121)

Javier Chiliquinga

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